Él me llena de magia.
Y no le importa dónde ni cuándo.
Se cuela en la manecillas del reloj.
Y por los resquicios de las ventanas.
Solo él (siendo grande) cabe por las cerraduras de mi casa.
Entre las arrugas de mis sábanas.
Y cuando llega no puedo frenarlo.
Ni quiero siquiera intentarlo.
Vivir hasta ahora era mentira.
Lo sé cada vez que me mira.
Y lo inunda todo de magia.
Polvo de hadas es toda la estancia.
Él me llena por cuantos me vaciaron.
Y se convierte en el mundo.
Que con su voz se vuelve mudo.
Desata mis nudos de garganta.
Hasta si mete la pata.
Y sonríe como un bobo.
Y en ese rato lo es todo.
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